La reina Sofía es uno de los personajes menos conocidos de la vida política y social española. Sus silencios y escasas declaraciones públicas han hecho de ella, y de sus ideas, un misterio que se está desvelando -estos últimos tiempos- debido a la catarata de acontecimientos que recorre, sin tregua, la vida de la Monarquía Constitucional. Alabada por Franco, la Reina ha sabido «nadar y guardar la ropa» y posicionarse con discreción, hasta convencer a los españoles de la importancia de su papel institucional en la consolidación de la Corona. Después de fijar su mirada en Belén Esteban y Letizia Ortiz, Miguel Roig -uno de los observadores más agudos de la realidad cotidiana- centra su análisis en la figura pública de Sofía de Grecia, dejando claras, de forma irrefutable, tanto su compleja personalidad como las luces y (algunas) sombras que jalonan su trayectoria humana y profesional. «La reina Sofía es desplazada del relato palaciego por una sucesión de hechos simultáneos (el affaire del Duque de Palma, el accidente del infante Felipe Juan Froilán y el del Rey en Botsuana) para alojarse en la telerrealidad. Antes, mucho antes, cuando la socialdemocracia se revistió de pragmatismo, el rey Juan Carlos, en un rasgo de vanguardia, se volvió líquido y se confundió con el sentir del cuerpo social: es el instante en el que se le identifi ca con el campo progresista. La Reina, entonces, le acompaña, pero nada indica que comparta esa movilidad. La reina Sofía navega por la realidad como Ulises por el mar, pero ¿hay Ítaca alguna en su horizonte? ¿Es la telerrealidad una suerte de ceguera y, como Edipo, se llega a ella para ver al fi n la verdad?» Miguel Roig