En la canícula del 415 a.C., Atenas lanzó un ataque preventivo contra Siracusa, acuciada por el brillante pero temerario general Alcibíades, quien afirmaba que los siracusanos estaban proveyendo de suministros a la hostil Liga del Peloponeso. Si Atenas lograba establecerse en Sicilia, detentaría una posición dominante para luego atacar Cartago y también conseguiría el dominio del Mediterráneo. Nic Fields examina la insensata campaña en la que Atenas ignoró las implicaciones estratégicas de atacar a una nación situada a 1.100 km de distancia, para lo que aparejó dos enormes armadas y alistó 60.000 ciudadanos atenienses y de sus aliados, y los lanzó a una guerra de dos años contra la otra única democracia del mundo griego.