Los cuentos que en estas páginas os ofrecemos, jóvenes y no tan jóvenes lectores, son sólo una pequeña muestra de las numerosísimas historias que circulaban por Europa antes, mucho antes, del Descubrimiento de América, allá por los últimos años del siglo XII, por los siglos XIII y XIV y en los principios del XV.
Pero estos cuentos o cuentecillos tienen todos ellos una particularidad: fueron creados y recogidos de viva voz, y transmitidos de igual forma, por monjes, frailes y clérigos en conventos e iglesias, palacios y chozas, caminos y mares, bibliotecas y universidades, y, las más de las veces, junto al fuego chisporroteante de la chimenea de una humilde o rica casa, campamento o monasterio, en las lluviosas tardes del otoño y en las frías noches del invierno. Sí, al amor de la lumbre.
Aquí pues, amigos, aquí, como en el circo o en la feria, hay de todo: ¡Pasen, señoras, señores, niños, pasen, y vean lo nunca visto!: gigantes y enanos, monos, leones y otras fieras, perrillos saltarines y ladradores, magos, aves exóticas, monstruos y seres desconocidos y raros, gentes, bestias y cosas de otros tiempos y lugares, princesas encantadas y príncipes valientes, amantes desgraciados y felicísimos, payasos patéticos, matasanos y resucitadores, música y diversión, juglares y trovadores, caídas, saltos, tropiezos, y el ¡más difícil todavía!... ¡Pasen, pasen, señoras, señores y niños al circo de la vida!