Brillante y polémico, este excepcional estudio de Richard Steigmann-Gall analiza las hasta ahora inexploradas perspectivas religiosas de la elite nazi, afirmando que el movimiento nazi, contrariamente a la opinión convencional, no fue anticristiano y mucho menos ateísta. Asimismo, demuestra que muchos nazis sentían un vínculo personal con el cristianismo y declaraban que su ideología de antisemitismo, antimarxismo y antiliberalismo se inspiraba en valores cristianos. Su examen se centra en el concepto de «cristianismo positivo», una religión que apoyaban numerosos miembros de la cúpula del partido. También explora la lucha que éstos sostuvieron contra los paganistas del partido —quienes rechazaban el cristianismo en su globalidad por considerarlo extranjero y corruptor— y demuestra que no sólo se trató de un conflicto sobre religión, sino sobre el propio significado de la ideología nazi.