En este lúcido análisis de los procesos políticos, Vergès establece una diferencia crucial: la estrategia de connivencia y la estrategia de ruptura. En los procesos de connivencia, como el caso Dreyfus, el acusado respeta las reglas del juego: acepta la legitimidad de las leyes y la competencia del tribunal. Por el contrario, en los procesos de ruptura, el acusado se erige en acusador de los representantes legales de un sistema injusto. Según Vergès, en nuestro tiempo –cuando los procesos no se desarrollan en la semiclandestinidad de los tribunales, sino abiertos a la publicidad mundial– los procesos de ruptura pueden resultar a menudo más eficaces para la idea defendida y también para el procesado. En el libro se analizan desde Prometeo, «el acusado político por antonomasia», Jesús y Sócrates, hasta el proceso contra Dimitrov, acusado por los nazis del incendio del Reichstag, en el que ridiculizó a Goering; la defensa de Fidel Castro, tras el asalto al Moncada, pasando por el proceso contra los templarios, la rehabilitación de Juana de Arco o el proceso de Luis XVI y, naturalmente, el juicio de Nuremberg, con el que señala la imprecisión del concepto de «crímenes contra la Humanidad» y el fracaso de su pretensión de ser un «gran proceso-espectáculo».