Las cartas de Joseph Roth se pueden leer una tras otra, como si se tratara de la novela de su vida, la novela de uno de los más grandes narradores europeos del siglo pasado. Suplen en su intensidad e intimidad las memorias que nunca llegó a escribir, convirtiéndose así en el esbozo accidental de la biografía de un punzante panfletista, de un maestro de la prosa pequeña y de la mayor, de un filántropo resentido y de un humanista en lucha constante, así como de un gran psicólogo y novelista de especial calidad. Apenas se han conservado unas quinientas de las miles que Roth llegó a escribir a lo largo de sus cuarenta y cinco años de vida. De la colección formada por las numerosas cartas que escribiera, destaca la correspondencia con Stefan Zweig, no sólo por ser la más extensa, sino porque descubre una de las relaciones literarias y psicológicas más singulares y reveladoras entre dos escritores, la historia de una íntima afinidad intelectual. La mirada perspicaz de Roth y sus obsesiones hacen que las cartas, escritas de 1911 a 1939, tracen un cuadro único, entre lo personal y lo colectivo.