Extremadura es tierra de contrastes y de monotonías, tierra de pastoreo y de lucha, de conquistadores aventureros y corte de emperadores y reyes. Un amplio abanico de factores muy variados que nos lleva a distinguir dos cocinas claramente diferenciadas en la tradición culinaria extremeña: una señorial y refinada, potenciada por el cuidadoso hacer en los palacios y en los monasterios; y otra, popular y sencilla, que tiene en el pastoreo y en el campesinado su más fiel reflejo.
La cocina campesina tiene sus ejemplos más claros en el caldero, los salmorejos y gazpachos, los caldos y sopas, los pistos, cojondongos y zarangollos, las migas, los cochifritos o los afamados platos de bacalao. La cocina señorial y palaciega se manifiesta más y mejor en los platos de caza y también en preparaciones muy selectas de pescado, como el bacalao al estilo de Alcántara o la lamprea a la extremeña. Una gastronomía de base sólida, que destaca por su calidad y enorme riqueza.