Jacques Anquetil (Mont-Saint-Aignan, 1934 - Ruán, 1987) fue uno de los grandes ciclistas de todos los tiempos. No solo por su fulgurante palmarés -cinco Tours, dos Giros y una Vuelta, y un buen número de clásicas y otras carreras por etapas-, sino porque su estilo independiente y aguerrido preconiza el ciclismo moderno. Están, además, su endogámica y tórrida vida sentimental, y sus polémicas declaraciones a la prensa, como cuando afirmaba sin ambages que se dopaba ("hay que ser un imbécil o un hipócrita para imaginarse que un ciclista profesional que corre doscientos treinta y cinco días al año puede aguantar sin estimulantes"), que le confirieron un aura de fascinación, ignominia y misterio a partes iguales. Si en la Francia de principios de los sesenta el país entero se dividía entre los seguidores de Raymond Poulidor -el eterno segundón- y los de Anquetil -el enfant terrible, el dandi-, Paul Fournel lo tenía claro. El escritor de Saint-Étienne, actual presidente del OuLiPo, el Taller de Literatura Potencial en cuyo seno han militado autores de la talla de Raymond Queneau, Georges Perec o Italo Calvino, fue de muy joven un acérrimo fan del Caravelle y aspiraba a seguir la estela del campeón montado en su flamante bicicleta verde. "La soledad de Anquetil", su personalísimo retrato del ciclista, escrito desde la madurez pero que evoca aquellos años de fascinación infantil, supone un ejercicio de suplantación e imaginación portentoso, a la vez que un intento por desvelar las claves de su misterio como ciclista y como persona. Este ensayo, que obtuvo el Premio Jules Rimet y el Premio Lire al Mejor Libro Deportivo del Año, es una bellísima y lírica aproximación a uno de los grandes genios del ciclismo y al misterio que lo rodeó, que aún hoy persiste, muchos años después de su temprana muerte a los cincuenta y tres años.