En Qué entendemos por entender la poesía Alberto Cubero (Madrid, 1972) desenmascara algunas de las supercherías más habituales que por doquier se escuchan sobre el quehacer poético: que lo primero y más importante es la técnica, el manejo virtuoso del lenguaje; que el lector ha de intentar, cuando se acerca a cualquier texto poético, entender lo que su autor pretendía decir con el poema, en un sentido enunciativo, plano, exclusivamente comunicativo, de lo que es el lenguaje, como si la poesía formara parte de la cháchara cotidiana; que la poesía, en fin, goza de poco predicamento en nuestra sociedad porque es difícil, difícil lo que quiere decir el poeta entre tanto artificio, difícil escribir con tanto artificio y tanta técnica.
Descubierta la mascarada, como tal mascarada, Cubero nos muestra lo que oculta, esto es, que la poesía no encuentra gran reconocimiento social porque da miedo, y que da miedo no porque sea difícil, o abstrusa, o complicada de entender, sino por otras dos razones, que se relacionan y alimentan entre sí: porque la poesía ?tanto para quien la escribe como para quien la lee? propicia que ahondemos en el conocimiento de nosotros mismos en los plexos menos superficiales de la conciencia; porque solo en un profundo conocimiento de sí puede fundarse la construcción de verdaderos enclaves de resistencia social y política.