Durante la Gran Depresión el polaco Kaziemer Nowak pierde su empleo en una compañía de seguros de Poznan y decide dejar el país y a su familia para trabajar como corresponsal extranjero y fotógrafo. Realiza dos viajes en bicicleta por Europa, recorriendo Hungría, Austria, Italia, Bélgica, Holanda, Rumanía, Grecia y Turquía. En 1928 alcanza Tripolitania italiana en el Norte de África, que se encontraba en guerra. Aunque por problemas de salud y dinero se ve forzado a regresar a Polonia, toma entonces la determinación de cruzar algún día de norte a sur el continente africano.
El 4 de noviembre de 1931 Kazimierz Nowak parte de Poznan para cumplir su plan y el día 26 pisa de nuevo el continente africano. Desde Trípoli va a recorrer varios miles de kilómetros en dirección al sur en la bicicleta que tiene desde hace siete años y que merece toda su confianza. Su llegada al oasis de Maradah en el Sábado Santo de 1932 causa consternación entre los funcionarios a cargo del puesto. Nadie puede entender qué está haciendo un ciclista polaco en medio del desierto.
Viajando solo, Nowak a veces visita aldeas nativas para comprar comida o escuchar legendas locales. Se encuentra con tuaregs, fellahin en Egipto, los orgullosos watusi, los pigmeos babinga, boers de trasvaal, hotentotes, bosquimanos, primitivos abasalampasu, hausas y muchos otros exóticos habitantes del continente, todos unidos en la lucha por la supervivencia en un mundo en que la naturaleza impone sus leyes. A mediada que continúa su camino, el sonido de los tam-tam va extendiendo la extraordinaria historia del blanco solitario y su extraño vehículo.