Una mujer intenta ser libre, independiente y razonablemente feliz en aquella España de los años cincuenta: sindicatos verticales y bigotillo chulesco de funcionario falangista o de poeta garcianietero; recatadas residencias de estudiantes más o menos universitarias; sexo con poco sexo, con mucho decoro y escaso frenesí; mucha iglesia, economías enjutas y aburrimiento de domingo por la tarde; el empleo oficial como horizonte; el cordón de mi corpiño, mi niño, que no te lo puedo dar y el matrimonio católico como unidad de destino en lo universal. Todo muy de época, muy de posguerra civil, medias de nilón y faldas topolino, muy kitsch a la española.