La literatura como bluff es un texto justamente célebre. Inmisericorde y vitriólico azote de filisteos y tartufos literarios, este panfleto denuncia la práctica que confunde la literatura con lo que la rodea. Libelo militante en desacuerdo con los premios literarios como institución; invectiva a la crítica intercesora de la opinión; dicterio contra la banalización mercantil de la literatura; y, finalmente, declaración de guerra santa al mal gusto literario. Gracq nos legó una valiente radiografía, un polémico diagnóstico de los males que aquejaban, entonces como ahora, a la «república de las letras». Por supuesto, estamos ante un ajuste de cuentas, pero también ante una declaración de principios estéticos sin retorno. Aunque eso sí, todo por escrito.