En El faro de los libros, Adiga nos habla de la vida en la pequeña ciudad de Kittur, entre los años 1984 (asesinato de Indira Ghandi) y 1991 (asesinato de su hijo Rajiv). Bramanes y descastados, musulmanes y cristianos pueblan sus páginas, como Xerox un librero que fotocopia los ejemplares que va a vender y al que no le importa haber sido arrestado en 21 ocasiones porque el suyo es un oficio mejor que el de su padre, que apilaba excrementos. O Jayamma, la pequeña de ocho hijas, quien debe ponerse a trabajar porque sólo tenía dinero para casar a las primeras y que acaba enganchada el pegamento y que sólo se consuela con la pequeña estatua de Buda que posee.
El autor sigue sorprendiéndonos, como ya lo hizo con su aclamada Tigre blanco, con un humor irreverente, al mismo tiempo que ahonda en la situación de los más desfavorecidos y el la podredumbre de un país inmenso, plural y caótico.