En la época del Rey Sol, tener a la esposa en el lecho del monarca constituía para los nobles una fuente de privilegios inagotable. El día en que Luis XIV puso los ojos en Madame de Montespan, en Versalles todos felicitaron al marido por su buena suerte. Sin embargo, no conocían a Louis-Henri de Pardaillan, marqués de Montespan. Gascón ardiente y apasionadamente enamorado de su esposa, Louis-Henri se lo tomó muy mal. En cuanto tuvo conocimiento de su infortunio, se vistió completamente de negro, adornó su carroza con unos cuernos enormes y emprendió una guerra despiadada contra el hombre que profanaba su matrimonio. Rechazando los honores y las prebendas, indiferente a las repetidas amenazas del monarca, a procesos, encarcelamientos, la ruina e intentos de asesinato, persiguió con su odio al hombre más poderoso del planeta con el fin de intentar recuperar a su mujer.