Ciertos escritores de ficción dicen que los personajes de sus historias, o al menos algunos de ellos, suelen salírseles de control y emprender un camino distinto al inicialmente destinado para ellos. En la medida en que eso ocurre, agregan, la trama toma otro rumbo y adquiere ritmos, texturas y olores imprevistos.
Quizá debido a mi condición de narrador de prensa escrita, tal cosa siempre me pareció poco menos que un trágico incordio, pues por formación y por convicción creo que un autor debería tener control absoluto sobre sus textos, de la misma manera que un pintor procura evitar que su gato y su perro se peleen sobre el lienzo con las patas embadurnadas de óleo.
Pero, ¿qué sucedería si un autor sacudiese a sus personajes como dados en un cubilete y los lanzara sobre la mesa para ver sobre qué cara los detiene el azar? Escribí Samaria Films XXX para responderme esa pregunta y subvertir mi rigidez de redactor de prensa con tal ejercicio de relajación, pues acababa de publicar una novela escenificada en el siglo XIX y me encontraba sumergido en una investigación previa a la escritura de ¡Vuelvan caras, carajo! (Pre-Textos, 2009), otra trama decimonónica. Samaria Films es todo lo contrario; se desarrolla en este siglo y un buen amigo mío la resume así: ?Es una historia de sexo ?profesional y amateur?, sexos ?de todos los tamaños?, pies, piececitos. Hay celestinas, mafiosos, muchachas y muchachos, a veces vestidos, a veces desnudos, a veces filmados, a veces aislados. Hay mansiones y playas y trópico y sol...? en fin, escribir este libro fue un divertimento que, espero, resulte ser lo mismo para quienquiera se aventure con sus personajes dentro del cubilete de los dados.