Una inagotable galería de tragedias humanas recorre el inframundo de la ciudad. El odio, la desesperación,
la amargura adoptan los rostros más diversos, en una sociedad cruel que es la real y la que no refleja la publicidad.
En «El cobrador», un asesino escribe poemas y se cobra cuentas pendientes; en «Pierrot de la caverna», un pedófilo se
sincera a una grabadora... Estos relatos secos, ásperos, directos y magistrales, sin concesiones a las florituras
literarias ni psicológicas, ofrecen un brutal fresco de descomposición social, y acumulan una enorme cantidad de
imágenes inolvidables que producen perplejidad ante el mal, el individual y el colectivo.