Entre el primer relato de los dieciocho que componen Conozco un atajo que te llevará al infierno ?donde se nos presenta con total crudeza al chaval de 12 años? y el que cierra el volumen ?en el que volvemos a encontrarlo ya avanzada la cuarentena?, vemos a un Andrés Tangen individualista hasta el exceso, inmerso en el agravio, la apatía y la hostilidad ; lo vemos crecer y vacilar, no resistirse al adulterio, relacionarse con cretinos de variado pelaje... Y lo vemos también, aunque más expectante que optimista, esperanzado en el fondo ante la perspectiva de hallar tal vez la felicidad. La crueldad de la infancia, la indiferencia adolescente o el estólido y cínico desencanto de la madurez, se nos dibujan pues nítidamente en este conjunto de relatos.
Cada uno de ellos aborda su sentido desde una perspectiva particular pero contribuye a la vez y a su modo a la visión completa de un único horizonte; cada uno es la dislocada pieza autónoma de un mosaico final. A pesar entonces de las desubicaciones temporales, de los constantes cambios de ritmo y de voz, debería leerse este libro como una novela en la cual cada fragmento, cada historia exenta que la integra, quiere ensamblar su sentido último, sutil e inteligentemente, fuera del propio texto con la necesaria voluntad de violar fronteras, de pulir las aristas que suelen constreñir los géneros literarios. De todo ello se obtiene aquí sin duda un saludable ejercicio literario que en muy raras ocasiones consigue tan convincentes resultados.