“París, 1971. Me llamo Mathilde Kschessinska, y fui la bailarina rusa más importante de los escenarios reales. Pero el mundo en el que nací, el mundo para el que me educaron, ha desaparecido, y todos los actores que representaron papeles en él han desaparecido también: muertos, asesinados, exiliados, fantasmas andantes. Yo soy uno de esos fantasmas. Hoy en día, en la Unión Soviética está prohibido pronunciar mi nombre. Las autoridades lo han eliminado de sus historias del teatro. Tengo noventa y nueve años, una dama anciana con redecilla y cara de amargada, y sin embargo aún me siguen temiendo.” Desde el París de los años setenta, a donde se vio forzada a emigrar tras la Revolución Rusa, Mathilde Kschessinska, prima ballerina del Ballet Imperial Ruso evoca su vida. Nacida en 1872 cerca de San Petersburgo, Mathilde ingresa en la academia de danza de su ciudad. A los 17 años celebra su fiesta de graduación con la presencia tradicional del Zar y su familia: se trata del primer encuentro entre Mathilde y el heredero, Nicolás. Un año después, ambos inician una relación que tendrá consecuencias trascendentales en el seno de la familia imperial, en especial para Nicolás, ya entronizado zar. Pero los acontecimientos históricos les darán alcance y sus destinos tomarán derroteros insospechados. A través de los propios triunfos y fracasos de Mathilde Kschessinska, conocemos unos acontecimientos que cambiaron el curso de la Historia. El declive del imperio de los Romanov, el estallido de la Revolución Rusa y la vida de los exiliados rusos son narrados aquí con gran poder evocativo.