Cada mes de abril, cuando el viento sopla desde el mar y se mezcla con el aroma de las lilas, Landon Carter recuerda su último año en el instituto Beaufort. Era 1958 y Landon ya había tenido una o dos novias. Juraba incluso, que ya se había enamorado. Desde luego, la última persona de la que se imaginó que lo haría era Jamie Sullivan, la hija del pastor baptista del pueblo. Jamie era una chica callada, que siempre llevaba la Biblia entre sus libros para el colegio, y que parecía contenta viviendo en un mundo aparte del resto de los adolescentes: cuidaba de su padre viudo, rescataba animales abandonados y era voluntaria en el orfanato. Ningún chico le había pedido una cita jamás. Landon nunca hubiera imaginado hacerlo. Sin embargo, un giro del destino hizo que Jamie se convirtiera en la pareja de Landon para el baile. Y desde ese momento, la vida del chico cambiaría para siempre. Estar con Jamie le enseñó las profundidades del corazón humano y le llevó a tomar una decisión asombrosa que marcaría el comienzo de su madurez.