¿Podría, un reportero de sí mismo, reviviéndose como personaje relatado discontinuamente, restituir su propio trasiego en un álbum de recortes? De ser así, resultaría un reportaje ultrarreal de autoficción. (Extracto de: I)
¿Por qué empezó este libro? Creyó quizá que entendería así mejor su modo de pasar los días, su contingencia inasible, su misterio. Erróneamente. El misterio es hoy más intenso y opaco. Su trasiego más impenetrable. Las preguntas se han multiplicado sin suscitar respuesta alguna. Todas estas cosas piensa [¿quién?] mientras espera que le sirvan la cena en el vagón restaurante del Talgo (Joan Miró, se llama el tren) que lo lleva a París. (De: 125)
Este libro tendrá forma de espiral, como la secuencia numérica de los arrondissements de París. Pero empezará por el final haciendo un bucle proustiano por el tiempo. (De: 141)
Bajo las sombras cruzadas de Proust, Joyce, Kafka... (los grandes del primer siglo XX, en definitiva) por un lado y del cine por otro, la novela realista queda relegada a artículo de consumo más o menos kitsch. Valga de contrapunto la proteica narrativa de Beckett. Para buscar una salida al género, quizá cabría pensar, a modo de réplica a la novela de ?no ficción? ensayada por Truman Capote con In cold blood (A sangre fría, 1966), en la escritura de un diario de ?pseudoficción?. Una biografía, al fin y al cabo, es una ficción. (De: 102)
La memoria es un mutante museo de sí que cada uno tiene y arbitra. El álbum de su riqueza (o pobreza, según se mire) interior. Siempre en proceso. (De: II)
?El hombre en marcha, filiforme, no se detendrá jamás.? [?] Giacometti seduce más a escritores (se reconocen en él simbólicamente) que a críticos. Es, de algún modo, el creador ideal que aúna vida y arte. Vive para crear y crea para vivir. (De: ?Taller sin fin?.)