La imagen de cubierta es falsamente hermosa. Aunque la chica sea bonita, y el escaparate primoroso y evocador, el cartel es indigno: «Este negocio es ario», dice. O lo que es lo mismo: «No somos judíos, que quede bien claro». Marcella Olschki, sin embargo, sí era judía. O, al menos, hija de padre judío. Un hombre bueno, según nos cuenta ella misma en esta novela, separado del mundo por la doctrina racista del régimen de Mussolini.
Estamos en 1939, en el Liceo Ginnasio Dante de la ciudad de Florencia. La guerra es inminente y el fascismo lleva más de una década implantando sus razones en todas partes, también entre los jóvenes que, como Marcella, «se inician a la vida».
Se mezclan aquí el dulce primer amor y el desamparo ante las injusticias de un profesor de camisa negra y mano alzada en saludo romano. Una simple postal (una travesura todavía infantil a la vez que afirmación de un espíritu independiente) provocará una tormenta aparentemente pequeña, pero muy reveladora del carácter humano y, al fin, de una significación terrible.
Es ésta una pequeña historia agridulce y de una belleza delicada, tan de otro tiempo; una novela evocadora, de aulas y fin de la adolescencia, de amistades y de miedos; que no defraudará, como decía la propia autora, a los puros de corazón y a los que aman la justicia hasta en los actos más nimios.