Se narra en estas páginas bellísimas, con un halo melancólico y un sorprendente final, la historia del primer amor vivido por un niño, con una intensidad singular, sobre el fondo gris de la Primera Guerra Mundial. Un padre muerto en el frente, una madre traumatizada por esa ausencia y una abuela severa conforman la familia de Jacques Ivan, Vanvan, a la que llega Élisa, la dulce criada adolescente. Ella es el mejor antídoto, el único posible, contra la tristeza.
«El verde paraíso de los amores infantiles», escribió Baudelaire. La inocencia clara y profunda inspiró este texto único y luminoso, en cuyo azogue se encuentran infancia y vejez, el tiempo iniciático y el tiempo de las despedidas.
Admirado por algunos de sus contemporáneos más exigentes, de Albert Camus a Claude Roy, Chauviré fue siempre un escritor discreto, que no hizo «carrera literaria» y prefirió seguir ejerciendo la medicina. La fama le llegó gracias, precisamente, a esta novela corta, Élisa, que fue elegida como uno de los libros favoritos de los libreros franceses el año de su publicación, 2003.
«Había aprendido a leer. Algunas palabras me gustaban mucho. Mi predilecta era, creo, ?lluvia?. Al principio me costó leerla, pero sus vocales húmedas le daban belleza y dulzura. Luego venían las que evocaban el agua en movimiento. Eran palabras plateadas, pero con una luminosidad muy cambiante a medida que el agua corría de lo umbrío al sol. ?Sol? no estaba nada mal, aunque, para mi gusto, sonaba demasiado fanfarrona. El agua era mi mejor amiga, especialmente porque yo solía tener sed. Sed de mi madre también y, pese a todo, todavía de Élisa».