traslada a Florencia ara pasar el verano con su refinado y hedonista tío Eustace en una lujosa villa, en pleno apogeo del fascismo italiano. Allí se encontrará con algunos personajes que resultarán decisivos en su vida: Verónica Thwale, encarnación de sus secretos mitos eróticos; la señora Ockham, que pretende adoptarle en sustitución del hijo que perdió; y, sobre todo, Bruno Rontini, librero y filósofo, una especie de asceta con una visión trascendental de la existencia. Escindido entre el mundo de lujo y despreocupación que representa el tío Eustace y el camino de conocimiento interior que le brinda Bruno, el joven Sebastián, inmerso además en su iniciación sexual, tendrá que aprender que todos nuestros actos tienen consecuencias pero que quizá haya un sentido más profundo de las cosas si sabemos mirar en la dirección adecuada.
El tiempo debe detenerse, publicada en 1944, doce años después de Un mundo feliz, expone algunas de las preocupaciones espirituales del autor, gran conocedor de las filosofías orientales y el misticismo, y también sus ideas políticas, aún vigentes a la hora de comprender nuestro tiempo.