Tras una conversación con su madre, Clara, cansada de su profesión de secretaria en una escuela, decide probar suerte con una idea: montar una agencia de au-pairs para mujeres a partir de los cincuenta años. Clara percibe que hay muchas mujeres con ganas de adquirir nuevas vivencias, y cuya experiencia con niños puede ser útil para muchas familias. Sin embargo, antes de enviarlas al extranjero prefiere empezar en Alemania, así que sus tres primeras candidatas pasarán tres meses en Berlín cuidando los niños de tres familias, una experiencia que les cambiará la vida y con la que podrán, por fin, descubrirse a sí mismas.
«El lunes siguiente, a primera hora de la tarde, las tres abuelas canguro se dirigieron a la calle Akazienstraße del barrio de Schöneberg. Cada una venía de su zona, habían tenido seis días para espabilarse desde su llegada y les hacía ilusión conocer, por fin, a las demás.
Entre tanto el insólito calor había cedido, pero Berlín seguía sumido en un clima más caluroso de lo normal. El cielo estaba despejado, las hojas de los árboles, doradas, y la ciudad desprendía un brillo que hacía resplandecer el polvo de las calles.
“Tal vez Clara Behrens haya elegido el café Maiwald como punto de encuentro para que fuéramos al centro por lo menos una vez”, pensó Suse cuando subió al autobús en el centro de Lübars. No acababa de conciliar el saber que vivía en una gran ciudad que estaba de moda, que atraía a gente de todo el mundo, y la sensación que tenía de vivir en un idílico pueblo. Era como unas tenazas que no la dejaban libre. Pero a lo mejor esa tarde cambiaría algo.»