Si un niño no tiene apetito, vomita y llora sin causa aparente, puede que tenga mal de ojo; le recomiendo que busque a la tía Liduvina. Ella podrá remediarlo. Si no la encuentra, acuda a otro curandero. Algunos curan con saliva, otros canalizan espíritus de otro mundo; los hay que eliminan el empacho con un pañuelo. No se preocupe, cualquiera podrá ayudarle.
Tampoco es extraño que conozca a una anciana que nunca acude a los entierros por temor a que la posean los muertos y a un hombre que durante su trabajo se topa con un fantasma o a una mujer que no duerme porque tiene el don de la predicción en sueños. O a un joven que descubre que es hermano de leche de una culebra.
Todo esto roza el misterio, pero a veces lo insólito también surge en nuestra mente cuando nos poseen sentimientos, ideas y adicciones, como la ilusión, el éxtasis, el amor, el juego, el sexo o la melancolía.