Tres funambulistas, los Walendas, mueren en el transcurso de una función del circo donde trabajan; no se trata de una muerte accidental, sino de un asesinato premeditado.
Los Irregulares de Baker Street, un grupo de doce niños que viven en la calle pasando toda suerte de penalidades, pero que han creado una especie de comuna donde se ayudan unos a otros y que colaboran con Holmes cuando alguno de sus casos así lo requieren, son contratados por el inquilino de Baker Street para que le ayuden a resolver el misterio.
Como no podría ser de otra forma, entre las dotes deductivas de Sherlock Holmes y los datos y las pistas que los Irregulares le aportan (“sois mis ojos y mis oídos, tenedlo en cuenta”) el caso queda satisfactoriamente resuelto.