Lecturas de juventud, o Las verdes lecturas, es decir, lecciones para los que aún están verdes, de color verde edénico, como el del paraíso perdido de la infancia y la juventud, en trance de madurar. La ficción como instancia primera de la literatura y como hortus conclusus de una estirpe de escritores que antepone el mito y el arquetipo, lo privilegiado de contar historias, a la forma y la psicología. Clásicos, sí, pero también cuaderno de bitácora para la iniciación de jóvenes lectores, carta de navegación en la que velar las primeras armas de la imaginación y, por fin, brújula de desnortados adultos letraheridos. En definitiva, biblioteca del sustrato de formación de la memoria en su estadio originario, ese estadio anterior al análisis que supone el «Érase una vez?».