El título de este libro prepara al lector para viajar, a través de sus páginas, desde una estación de partida, la forja del consenso constituyente, hasta aquella en que nos encontramos: la crisis del diálogo, de la virtud cívica de la concordia, de la búsqueda de consensos para superar disensos y de la multiplicación de conflictos que progresivamente deterioran el clima de convivencia política y social. A lo largo del trayecto, la obra presta atención a algunos de los principales hitos que jalonan este camino descendente por el que nos vamos alejando del curso de las grandes democracias europeas.
Aunque el autor sea un prestigioso constitucionalista, el texto está escrito huyendo de la jerga de tal rama del Derecho. No en vano se ha optado por una metodología que procura sumar al contexto jurídico las aportaciones de la historia del pensamiento político, la sociología y ciertas parcelas de la ciencia política. Pero sobre todo destaca la claridad expositiva. Parece haberse seguido la máxima de Ortega: «La claridad es la cortesía del filósofo».
Ahora bien, este pequeño libro está redactado desde el esfuerzo por exponer toda una serie de tesis bien trabadas, con el máximo respeto para quien no las comparta. La claridad que cultiva el autor no es sinónimo de intemperancia. No en vano es una obra puesta al servicio de los valores de la convivencia en la vida pública.
A medida que se avanza en la lectura se percibe que el escribidor ha procurado inyectar dosis de esperanza en el caminar colectivo hacia un futuro mejor, pero las reflexiones que se entrelazan agolpan en la mente del lector incontables preocupaciones por los nubarrones que se ciernen sobre esta dura tierra nuestra. Pero no hay la menor concesión ni a la demagogia ni al pesimismo. Solo realismo en estado puro, que deja un poso de inquietud cívica.