Tras la misteriosa muerte de su hermano Juan, el segundo hijo del papa Alejandro VI, César Borgia, pasa a ocupar su puesto abandonando la carrera eclesiástica que su padre había proyectado para él. Al mismo tiempo, el rey de Francia, buscando una alianza con el Papa, nombra a César duque de Valentinois. Cruel y calculador, el Valentino intentará instaurar un principado en Romaña, aunque para ello tenga que cortar cuantas cabezas sean necesarias.
César Borgia representa al perfecto gobernante renacentista: la obtención y retención del poder es el fin último y todo lo que precise para ello estará justificado.