En la noche del 15 de mayo de 1570, coincidiendo con la visita a Sevilla del rey Felipe II, las campanas de la iglesia de la O, en Triana, comienzan a doblar misteriosamente a muerto, con el toque específico que proclama el fallecimiento del rey.
El notario apostólico, don Pedro de Cifuentes, encarga una nueva cerradura cuya llave deberá colgársela el párroco al cuello y no quitársela ni para dormir. Pero en las noches siguientes se repite el mismo toque fúnebre, incluso a pesar del retén de vigilancia apostado en la iglesia. La clave de tan singular suceso parece residir en Antón González, campanero de la parroquia, a quien la malicia y las mentiras habrían conducido a la hoguera de la Inquisición casi setenta años antes.
Don Lope de Céspedes y el caballero Rodrigo de Alvarado se harán cargo de revisar el proceso inquisitorial contra el desventurado campanero. Y a partir de ese momento, como si se hubieran abierto las puertas del infierno, una serie de extraños sucesos sacudirá la ciudad.