En 2012, en los peores momentos de la crisis económica, el escritor Eduardo Jordá vivió un semestre en Carlisle, una pequeña ciudad universitaria del interior de Pensilvania, muy cerca de los Apalaches. Pájaros que se quedan —un título inspirado en un verso de Emily Dickinson— es la radiografía de esa ciudad en la que conviven, sin apenas tocarse, la América culta y liberal de los colleges universitarios con la América profunda de los granjeros arruinados y de las fábricas que van cerrando irremisiblemente. En este libro, que amalgama elementos de diario, ensayo, novela y relato de viajes, Jordá hace un retrato de la América optimista que se iba derrumbando poco a poco mientras aparecía el fantasma de Donald Trump.