Los textos que integran LA MUERTE DEL ESPONTÁNEO se escribieron a lo largo de varios años; la mitad se publicaron en México en 2002, la otra mitad son inéditos. Varios tienen un tema taurino, pero estrictamente no pertenecen a la literatura de género, del modo en que una pintura de paisaje no corresponde al género de la botánica.
“A comienzos de septiembre” describe la explosión de cólera y rabia en una plaza de toros que busca un culpable entre los toreros porque todos han visto morir, impotentes, a un joven espontáneo. Este relato está basado en parte en un hecho real que sucedió hace décadas en la plaza de Albacete.
“Aunque lo tenía delante” es una instantánea de la cogida y muerte de un joven torero en una plaza de pueblo.
“La arena es negra” es una historia de amor de verano que acaba de manera trágica.
“En una anotación” se sostiene que Ludwig Wittgenstein, en vez de enrolarse en el ejército austriaco durante la Primera Guerra Mundial para en las trincheras ver de cerca a la muerte, debería haber sido banderillero en la cuadrilla de Joselito, ya que se le considera, muy en serio, el último torero de la filosofía.
Finalmente, en “Cuenta Eckermann” se contraponen los últimos años y el enfrentamiento a la muerte, en medio de la pobreza, la locura y el exilio, de tres grandes artistas románticos, Goya, Beethoven y William Hazlitt, frente al cortesano y acomodaticio Goethe.