Recorrer los senderos más recónditos de la naturaleza sobre las huellas que deja a su paso el rebaño trashumante. Probar la sed del lobo cuando está sediento, conocer de cerca los códigos de supervivencia y lealtad de la manada bajo la piel del que aúlla a la luna, cantando al cielo nocturno. Ver con tus propios ojos cómo las leyendas de las marismas cobran vida.
La España del silencio es el título que recibe la colección de novelas del mundo rural escrita por Borja Cardelús, una recopilación que transcurre en las profundidades del salvajerío ibérico: sierras, bosques, valles, páramos... Lugares expuestos a la belleza y al sosiego que se abren como destellos de luz entre las sombras boscosas en estas páginas para revelar las historias que ocurren en el sigiloso corazón de la Península.
España ha sido durante siglos un país rural, en cuyos pueblos se vivió conforme al lento devenir de los días y las estaciones del año, trabajando de sol a sol, con sujeción a los avatares del clima, pocas veces benigno y casi siempre áspero. Pero esa milenaria lucha por la diaria supervivencia generó una honda sabiduría para extraer a la tierra sus recursos, para que nada quedara sin provecho, donde había técnicas sutiles para que todo lo que se cosechaba, se cazaba y se pescaba se aprovechara y conservara hasta sus últimas consecuencias.
En ese mundo del silencio, poblado de sonidos quedos, como el aullido del lobo, el paso del rebaño trashumante de ovejas, la campana de la iglesia o el rumor del río, hasta hoy mismo han vivido hombres y mujeres con sus alegrías y sus tragedias, con usos y costumbres conservados inalterados durante siglos, y dueños de un castellano rural rico, variado y de una extraordinaria belleza. Pero el modo de vida urbano ha inundado la naturaleza de máquinas, pesticidas y artificio, y esos cambios han alcanzado también al vocabulario, cada día más empobrecido y trufado de extranjerismos.
Existe un deber moral de que todo ese patrimonio no se pierda. Y por eso La España del silencio es el testimonio de la vida milenaria en los campos y pueblos españoles. Y más allá del deber moral, dado lo tornadizo de las cosas humanas y sus mudanzas, quién sabe si no acabarán regresando esos tiempos, y serán necesarios sus saberes para sobrevivir.