En 1915, ya desencadenado el conflicto mundial, Freud analiza las complejas relaciones que unen la guerra y la muerte. La guerra ha destruido la ilusión de que las adquisiciones culturales eran inmutables, y desnudado implacablemente las mociones pulsionales primordiales. El hombre civilizado se comporta con respecto a la muerte de la misma manera que el hombre primordial de Tótem y tabú. En 1932, en el mismo momento en que el nazismo se prepara para devastar Europa, Einstein y Freud reflexionan sobre los medios más idóneos para mantener a raya la guerra. Para que, en definitiva, el derecho se imponga sobre la violencia, es importante una vez más favorecer el proceso cultural.