El sistema tradicional en el que hemos crecido, y en el que continúan creciendo muchos niños, está centrado en las certezas, en los resultados fijos, en una experiencia única para todos. Estábamos magníficamente preparados para un presente continuo…que no existe. Es hora de reinventarnos como escuelas, como directivos y como profesores, porque nunca han sido tan necesarios los profesionales del aprendizaje y tan prescindibles los enseñantes.Dos tercios de las escuelas están inmersas en una pasión educativa que hacía muchísimo tiempo que no experimentábamos. Cualquiera de nosotros que abandone su burbuja educativa, descubrirá la enorme cantidad de energía, coraje, tiempo y creatividad que estamos desplegando. Tal vez porque somos conscientes de que no estamos ante una época de cambios en la escuela sino que asistimos a un cambio de escuela.Utilicémonos por un momento como una máquina del tiempo educativa. Hace veinte años ser profesional en cualquier responsabilidad dentro de un colegio era más fácil. Bastaba con “dar clase y gestionar a los que daban clase”. La vida escolar y todo lo referente al aprendizaje eran lo suficientemente estables como para, haciéndolo medianamente bien, ser válidos en nuestra responsabilidad. Tal vez no destacábamos, pero aportábamos lo correcto.Sin embargo, desde comienzos del siglo XXI, las escuelas que siguen conformándose con lo que saben enseñar y lo que se les pide (las escuelas planas) están transformándose, a una velocidad fulminante, en escuelas mediocres y prescindibles. Y lo están haciendo sin ser conscientes, sin saberlo, adormecidas porque sigue habiendo padres y alumnos esperando en sus puertas a ser admitidos. O excusadas del deber de repensarse, gracias a las facilidades que la burocracia, las leyes y el papeleo nos regalan para no tener tiempo para hacernos preguntas.Sin embargo, un colegio es hoy una de las instituciones más complejas técnica y organizativamente de las que se puede formar parte y a las que dirigir. Si el personaje de Federico Luppi en la película Lugares comunes hubiera leído todo lo anterior, habría incluido esta certeza dentro de “el dolor de la lucidez”.Pero esa consciencia, siendo fundamental, nos da solo un ángulo. Para estar completa necesita la mirada con la que Steve Jobs valoraba las épocas de cambio, hasta el punto de provocarlas. Porque son el tiempo de las posibilidades, el tiempo de las oportunidades. Y para Appel, el cambio hay que protagonizarlo. Pero eso nos obliga a elegir: “hacernos navegantes piratas o unirnos a la tropa”. Transformarnos en “exploradores del aprendizaje” o quedarnos en simples “colegios de toda la vida”. Y mientras elegimos, no olvidemos que cada uno de los niños de este planeta merece nuestra excelencia y no nuestra comodidad. Las escuelas inteligentes no se resisten a los cambios ni se limitan a adaptarse a ellos. Son escuelas que buscan el modo de utilizar y transformar lo que sucede para que se haga posible un futuro inteligente. Para conseguirlo, se están transformando en nómadas del aprendizaje. Son escuelas que no dejan de aprender, escuelas que crean el futuro.Dirigir una escuela inteligente es un gran reto que exige tener visión de futuro y conocer el perfil y las habilidades directivas que hacen posible el cambio educativo. Este libro invita a los profesionales de la educación a emprender un apasionante y transformador viaje hacia un nuevo modo de entender y vivir la escuela.