El príncipe Arn cumple la promesa hecha por su madre catorce años atrás y regresa al lugar donde nació: América.
Sorprende el respeto con el que en esta historia son mostrados los indios y, especialmente, la defensa de la naturaleza y el respeto al medio ambiente que destilan estas páginas: el asombro del muchacho ante los modos de vida de los indios y su relación con el bosque y el río sorprende incluso cincuenta años más tarde. Pero Hal Foster, perro viejo, genio en todos los aspectos, no se ciñe a contar la historia de unos buenos salvajes que viven en armónica sintonía con la naturaleza.
Fiel al concepto de “la batalla una semana, la familia la siguiente”, es capaz de mostrar ese retrato ideal del hombre fusionado con su entorno natural y, un par de páginas más tarde, mostrar a ese mismo hombre salvaje matando, torturando y esclavizando a sus semejantes.