UNA AUTORA REVELACIÓN, LA VOZ DE UNA GENERACIÓN LLENA DE DUDAS, DE RABIA Y, A PESAR DE TODO, DE PASIÓN
«Se tiene que leer. En su absoluta quietud hace que te den ganas de volar».
Leonor Watling
¿De qué va la vida, así, en general, la vida de la gente? No la de la gente a la que le pasa algo extraordinario que cambia toda su existencia, sino la de la mayoría...
El año en que se produce una ola de suicidios en la sede francesa de una compañía de telecomunicaciones, la protagonista de esta historia entra a trabajar para su filial en Madrid. Pronto se ve sometida a mobbing: no le encargan ni una sola tarea. Cada día
llega a la oficina y se enfrenta a seis horas (jornada reducida por maternidad) de nada. Todo ese tiempo vacío le sirve para idear, en respuesta, un plan de venganza personal contra la economía global y las políticas laborales. Una íntima rebelión contra la sociedad. Tiene cuarenta años, dos hijos pequeños y un marido argentino en una dudosa gira como estrella de rock, y, a la espera de un despido o una indemnización que no acaban de llegar, durante trescientos sesenta y cinco días se irá dando cuenta de cómo, al ir tachando artículos de su lista de la compra, van cayendo las verdades universales, la fe en las políticas de conciliación y en la eficacia de los champús, y las ideas preconcebidas de una felicidad que quizá puede ser posible.
Grito anticapitalista escrito con humor negro y pasión, esta novela, que fue finalista del Premio Clarín, habla de una caída, del amor, de cosas afiladas y de una orquídea muerta.
La crítica ha dicho:
«He leído El instante antes del impacto y he encontrado entre sus páginas una angustia, una crudeza y una verdad similares a las que sentí con obras como Estupor y temblores, de Amélie Nothomb. Me atrevería a decir que Glòria de Castro es mucho más incisiva que la novelista belga. Su crítica a la precariedad laboral, a las falsas famas y a los hilillos de baba de la posverdad se pasean por este libro que también es un homenaje a las cansadas, a las reprimidas, y a las que en definitiva nos hemos ganado el derecho a hacerlo saltar todo por los aires».
Luna Miguel