Durante la época desarrollista del franquismo se dio un despegue económico impulsado por la nueva política económica del régimen. Sus consecuencias más inmediatas y evidentes fueron el afianzamiento de la clase media y de la sociedad de consumo. Pero este crecimiento económico no fue en absoluto uniforme. Frente a la España del 600 y del turismo, encontramos que hubo una parte no desdeñable de la sociedad que no solo no puedo acceder a estos bienes, sino que se quedó en sus márgenes, viviendo en barrios deficientes cuyo único objetivo era alojar a la masa trabajadora sin cualificar que acudía a las ciudades llamada por el despegue del sector industrial. La transición política posibilitó asimismo el desarrollo de nuevas formas de ocio y de consumo bajo un patrón cultural más liberal. No obstante, no todos tenían la misma capacidad económica, y hubo sectores que «veían» esa creciente sociedad de consumo, pero carecían de recursos para disfrutarla. Se extendió entre parte de la juventud una actitud transgresora al no sentirse identificada con la nueva sociedad emergente, pero tampoco con los movimientos políticos y sociales. Se creó así, un nuevo colectivo, relacionado con la delincuencia juvenil, bajo la denominación «quinqui», siendo ésta una salida vital que tomaron algunos sujetos marginales como vía de escapatoria a la realidad que les había tocado vivir.