Desde hace algunas décadas, las solicitudes de cambio de sexo entre niños y adolescentes se han disparado de forma alarmante, tanto en Estados Unidos como en Europa. El peso de la cultura LGBTQI ha dado una mayor visibilidad a la «disforia de género», que traduce una sensación de inadecuación entre el sexo de nacimiento y el que se «siente».
Bajo la premisa progresista de que librarse de las diferencias anatómicas y genéticas entre los sexos es algo emancipador, el transgenerismo pretende abolir el «binarismo» de género y legitimar la sensación de haber nacido en el «cuerpo equivocado».
Se le hace creer así al niño que puede estar experimentando problemas de identidad sexual en su etapa de inmadurez, que puede «autodeterminarse» y elegir su sexo en función de sus vivencias. Varios países están avanzando hacia una legislación en la que basta con querer cambiar de sexo para poder hacerlo, sin el consentimiento de los padres ni el consejo médico, y basándose únicamente en los sentimientos, que se erigen como la verdad.
La fábrica de los niños transgénero expone cómo la «transidentidad» (la necesidad de vivir con un género diferente del «sexo asignado al nacer») es un fenómeno eminentemente ideológico. Una tendencia cultural de naturaleza sectaria y dogmática que prescinde de la realidad biológica y que se transmite y contagia a través de las redes sociales.
Este libro demuestra que las teorías de la autodeterminación de género actúan como el refugio en el que muchos adolescentes con problemas de identidad acuden a buscar soluciones a su malestar. En nombre de la protección de la infancia, Masson y Eliacheff alzan la voz contra la peligrosa ideología transgénero y el escándalo médico de nuestro tiempo, que, con su respuesta afirmativa demasiado precoz a las solicitudes de reasignación de sexo, promueven unos tratamientos hormonales e intervenciones quirúrgicas que pueden generar mutilaciones y daños psicológicos irreversibles.