Desde Stravinsky, existe el prejuicio académico de que la música «no significa nada»: la crítica defiende que solo es ritmo, melodía, armonía, contrapunto, timbre y otros asuntos formales, como si no existiera todo un mundo interno que es el verdadero territorio de la música y de la vida misma. Y es que, como nos revela Clau dio Naranjo, la música es un alimento psicoespiritual que nos eleva, nos sana y nos hace mejores. Esta es la tesis principal de La música interior: un conjunto interactivo de textos y ejemplos sonoros sobre el significado pro fundo de la música clásica; una obra revolucionaria que ayuda a comprender la influencia sutil de compositores que, como Bach, Beethoven, Brahms, Schumann, Mozart o Schubert, constituyen poderosos guías espirituales para la cultura occidental. «Que el tesoro vivencial de la música, en vez de servir para compensar nuestra vida superficial a manera de un sustituto de nuestro propio sentir, sirva más bien para la recuperación de nuestro propio sentir. Pues una cosa es que la música comunique devoción, compasión o gozo, y otra que lleguemos a sentir estas formas del a