Geografía humana establece un recorrido posmoderno de las relaciones humanas y de los cuerpos en una sociedad capitalista, en que la humanidad se somete: al abandono individual al crecimiento del propio ego y a relaciones cibernéticas.
En la recopilación «Sola. Mirar, amar y rezar», la autora esboza con el verso el ejercicio cotidiano del ser humano, sobre el acto de existir y sobrevivir mediante encuentros consigo — por la soledad impuesta en la sociedad actual — y con otros cuerpos —en relación con la virtualidad— mediante encuentros líquidos (Zygmunt Bauman). Relaciones adictivas que generan al individuo trastornos psiquícos (Giovanni Jervis): ansiedad, debilidad, insomnio, irritabilidad, agotamiento, inseguridad, tensión, úlceras, neurosis, etc., que hacen de la persona un ser perdido, en una escena de teatro vivencial cotidiana (Erving Goffman) con el intento de hacerse notar por el espectador, a través de un estado de pura felicidad. En la segunda recopilación: «Como pájaros. Y esperar que haga siempre eco nuestro cuerpo», la identidad pasa de ese estado líquido a uno más sólido, pues a tener nombre, hogar y piel, en la reafirmación del reconocimiento social. Y en definitiva, a ser interpelado y respondido con el rostro (Emmanuel Lévinas) mediante la mirada, el tacto, el roce, la atención.
Una geografía humana que termina con “la escena está servida” Carlos Skliar, en un escenario humano sumergido en el triunfo del capitalismo global.